Hace unos meses Fernando, un buen amigo y futuro médico, me platicaba sobre su nueva fascinación por los súper héroes. En el caso de la conocida película «Shazzam»!, comentaba lo «genial» que fue ver a ese niño huérfano madurar, junto a sus amigos, creciendo no solo en poder, sino también en virtudes.
Hoy no estoy aquí para dialogar si es mejor un extraterrestre con los calzones de fuera o el rey de un reino ficticio. Me gustaría más bien pienses en tu héroe favorito. Este puede ser un personaje de tu película preferida o bien, el chavo con la cicatriz extraña de esa novela sobre magia que te leíste en tu infancia. Aunque resulta divertido ver a un soldado débil relucir sus virtudes gracias a un experimento que causa que crezcan sus músculos, igual de interesante es ver cómo un joven comienza a entender que un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
Existe una frase antigua de Israel, que dice que al que se le da mucho, también se le exigirá mucho; y al que se le confía mucho, se le pedirá más todavía. Cierto es, que tal vez nunca seremos súper héroes, pero hemos de preguntarnos: ¿Cuánto se me ha confiado?
En el inicio de aquella película sobre la Guerra Cristera en México, el director Eduardo Verastegui mostró a un pequeño Joselito con muchísimos defectos. Durante la trama, Joselito va encontrando a qué personajes imitar. Sin embargo al final solo voltea a ver a aquel por quien lucha y termina su vida con el grito de VIVA CRISTO REY.
Sea mucho o sea poco, todos tenemos una misión que cumplir. Curiosamente, nadie en esta vida ha dicho que le sea fácil, pues tengamos o no superpoderes (que les podríamos llamar virtudes), siempre tendremos que luchar contra un supervillano: nuestros defectos.
Seguro que tú conoces a ciertas personas a las que intentas imitar, o por lo menos que buscas aprender de ellas. A estas personas las puedes seguir en el ámbito profesional, y otras las tienes como ejemplo en cuestiones de moral. Tal vez veamos virtudes en esos héroes de carne y hueso, pero también es bonito ver las muchas fallas que tienen y saber, que al igual que tú, luchan por mejorar
Y cuando estos héroes no son suficiente y entendemos que todos somos hombres de barro, podemos voltear a ver a los grandes Santos de la historia de la Iglesia; personas que no siendo perfectas, lograron, mediante la gracia, imitar a Cristo.
Especialmente podemos voltear hacia María, aquella que vivió una vida llena de virtudes y que, con la ayuda de San José, y con mucho amor, crío a Jesús. Ese Jesús, que nos ha confiado mucho, porque sabe que, aunque no seamos perfectos, podemos apoyarnos de Él para luchar, llamándonos a vivir las virtudes a niveles heroicos.
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